Es la foto de la casa más larga del mundo, construida en Tailandia por un par de arquitectos que quisieron aprovechar la ubicación del terreno sobre una colina para hacer que los propietarios de la casa puedan disfrutar de unas maravillosas vistas (y que aprendan a patinar para ir de un lado a otro de la casa, porque sólo la fachada mide unos 150 metros). Una construcción minimalista que muchos quisiéramos si nos tocase uno de esos botes de 40 millones del Euromillón.
La verdad es que llama mucho la atención que en un tiempo en el que la mayor parte de los ciudadanos del llamado «primer mundo» estamos sufriendo los estragos de una crisis que amenaza con dejarnos debajo de un puente muriéndonos de hambre, otros puedan gastar varios millones de euros en hacerse una casa como la que mostramos. Y no son sólo unos, son muchos. De hecho, gracias a varios programas de televisión podemos ver las enormes y carísimas mansiones, garajes repletos de coches de edición limitada, armarios con ropa de los más prestigiosos diseñadores… Y por cierto, que los productores de estos programas me expliquen cuál es la finalidad de los mismos, qué buscan, qué pretenden hacernos pensar enseñándonos todo esto cuando estamos viendo en los informativos cómo se suicida la gente porque les desahucian de sus viviendas. Yo he llegado a pensar que lo que están buscando es provocarnos y que acabemos alzándonos en revolución.
Estamos de acuerdo en que muchas de esas fortunas han sido amasadas a base de trabajo, esfuerzo, un toque de suerte en alguna ocasión, y muchas veces arriesgando. Pero otras tantas ocasiones se trata de personas que se han enriquecido a costa de otros, o a costa de todos, defraudando, ocultado, malversando. En cualquier caso, tanta desigualdad es justa?
Estos días es noticia: entre 3 y 4 millones de españoles está empezando a tener serias dificultades para poder comer. Mientras tanto, unos pocos cientos tienen serias dificultades para elegir entre el jaguar o el porche para ir a dar una vuelta al club de golf.