Pequeños grandes juegos

Parece que hemos olvidado el placer de los viejos juegos de mesa o lo práctico de los entretenimientos clásicos. La nueva era virtual ha exiliado aquellas antiguas formas de diversión que afortunadamente siguen vigentes en el mercado o en el fondo del baúl de nuestra casa.

Para empezar, los juegos de mesa tienen un gran apartado educativo y de interacción social que posiblemente no consigan aportar los videojuegos o las actividades interactivas actuales, centradas más en el divertimento individual. Pasatiempos como los puzles, las damas o las cartas, tienen grandes valores que los elevan por encima del modernismo y aislamiento cibernético de hoy en día. Entre algunos de sus aspectos positivos encontramos las posibilidades de contacto familiar, que nos aporta felicidad así como un fortalecimiento en los vínculos personales. Otros factores como la mejora de la memoria y la capacidad de concentración, así como el incremento de agilidad mental y de la paciencia, hacen de actividades como el ajedrez o los rompecabezas toda una aventura cargada de emoción y aprendizaje. Para aquellos devotos de los retos colectivos han existido siempre, y lo siguen haciendo ahora, numerosos surtidos para demostrar nuestra habilidad y buen ojo, tales como los míticos laberintos donde teníamos que encajar una bola en distintos agujeros o clásicos puzles metálicos de ingenio donde uno debía ser capaz de separar piezas aparentemente imposibles de desligarse. Incluso, en un ámbito más atlético, no podemos olvidar actividades tan famosas como el yo-yo, la cometa o los dardos. Clásicos, que además de resultar divertidos y exigir gran práctica y especialización, resultan verdaderos retos tanto individuales como colectivos, capaces de fortalecer nuestros lazos amistosos y de engrandecer las capacidades mentales y físicas de cada uno. Es indudable que los juegos de ordenador o PlayStation ofrecen una diversión avalada por sus incontables éxitos, pero si uno se para a pensar en los beneficios de las actividades a las que jugaron nuestros padres y abuelos, y que nos enseñaron a nosotros, obviando el aspecto nostálgico, encontramos unas facilidades únicas que nos permiten llevar esta diversión a lugares insospechados para la máquina como puede ser la playa o un camping. A veces es bueno retroceder unos años atrás para rescatar la caja de reliquias, capaces de recordarnos el buen ambiente familiar, la competitividad sana y la emoción de un niño; sin duda emociones impagables.

Es irónico, pero todos esos viejos juegos de antaño se pueden encontrar hoy en la red, regalándoles a aquellos enamorados de la diversión en familia una nueva oportunidad de rememorar una buena partida de dominó o un emocionante futbolín, o para ofrecerles a los más individualistas la ocasión de probarse, de nuevo  o por primera vez, en verdaderos retos del entretenimiento como el yo-yo o la cometa. Las experiencias y valores de los juegos de toda la vida nunca desaparecerán; es un buen momento para recordarlo y conseguir que los pasatiempos de antes sean una diversión del ahora.

 

German Rid Lozano.

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