Uno de los pasatiempos favoritos de millones de personas en el mundo es tirarse un domingo por la mañana en el sofá, con el uniforme oficial (pijama o chándal) mando a distancia en mano. El problema llega cuando después de dar cuatro vueltas a los muchos canales con los que contamos gracias a la TDT, encontramos varias cosas: dibujos animados, reposiciones de programas o series y esos típicos programas de «recortes» o «zappings» que antes sólo ponían en año nuevo. Suele ser la opción menos mala, y nos sorprenderíamos de la audiencia que tiene este tipo de programas.
En ellos, entre tropezones de famosos y animales en situaciones cómicas, suelen incluirse bromas de cámara oculta de esas con las que solemos partirnos de risa. Porque no nos pasa a nosotros, claro, que las cosas siempre tienen mucha más gracia cuando le pasan a los demás. Pero claro, no solemos ver las consecuencias, y a veces puede haberlas y graves. Cuando vemos cómo a los visitantes de un museo una armadura aparentemente vacía se levanta para darles un susto no pensamos en un posible ataque cardíaco de quien sufra uno de estos sobresaltos. Eso sí, cuanta más cara de susto pone, más gracia nos hace.
Y no sólo en televisión gastan bromas, en radio es muy usual que los buenos imitadores hagan llamadas telefónicas fingiendo ser personas reconocidas, famosos, deportistas. Nunca olvidaré el pedazo de broma que un imitador de Luis Moya, copiloto de Carlos Sainz, a una aseguradora fingiendo necesitar una grúa porque su coche le había dejado tirado. Creo que ni el mismo Luis Moya habría podido diferenciarse.
Pero hay que tener cuidado, y saber que no todas las bromas son aceptables, y no todas las personas las soportan con la misma estoicidad. En los últimos días hemos conocido la noticia de la broma que gastaron dos locutores australianos a una enfermera inglesa que trabajaba en el hospital donde estaba hospitalizada la esposa de Guillermo de Inglaterra, Kate Middleton. Los locutores se hicieron pasar por la Reina de Inglaterra y su hijo Carlos, solicitando que les pasaran con la habitación de la Duquesa de Cambridge. La enfermera no identificó a los humoristas, y pensó que realmente era Isabel II la que hablaba con ella por teléfono, pasando la llamada directamente a la habitación. Desconocemos las consecuencias que pudo llegar a tener este descuido, pero lo cierto es que esta enfermera, madre de dos niños, se suicidó a los pocos días. Hay cosas con las que no se puede bromear.